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ra el cristiano, Brahma para el Indostan, la nada para Schopenhauer, es cuestion de objetivo: pero la ruta trazada es la misma.

Tomemos al azar algunos de sus pensamientos:

«Habría razon para perder la cabeza si se observa la prodigalidad de las disposiciones tomadas, esas estrellas fijas que brillan innumerables en el espacio infinito y no tienen mas tarea que iluminar mundos, teatros de la miseria y de los gemidos, mundos que, en el caso mas feliz, no producen mas que el fastidio; —por lo menos á juzgar segun la muestra que nos es conocida» [1].

«Si se pusiera delante de los ojos de cada hombre los dolores y los tormentos espantosos á que su vida está contínuamente espuesta, ante ese aspecto, el terror lo invadiria: si se quisiera conducir al optimista más endurecido á través de los hospitales, los lazaretos y las salas de tortura quirúrgica; á través de las prisiones, los sitios de suplicio, los establos de esclavos, los campos de batalla y los tribunales de justicia; si se le abrieran todos los sombríos

  1. En todo lo referente á Schopenhauer, me he servido de las traducciones de la «Bibliothéque de Philosophie contemporaine» y de un excelente resum de M Bordeau. (Paris, 1880.)