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pero en su lugar, yo rendiria cuentas.» Hérault de Séchelles le pidió escribiera contra la libertad de la prensa; rehusó con indignacion y fué conducido á prision. Pasó allí un mes terrible y salió viejo. «No es la vida, no es la muerte, decia; no hay término medio, no, es necesario abrir los ojos mirando al cielo ó cerrarlos en la tumba.» Puesto en libertad, juró que no volveria á caer vivo en manos de sus perseguidores. Cumplió su palabra [1]. Conocidas son las circunstancias horribles de su suicidio, cuando se le fué á prender por segunda vez. «Se encierra en su gabinete, dice M. Tissot, carga una pistola y la dispara sobre su frente. La bala le hace pedazos la parte superior de la nariz y le hunde el ojo derecho. Asombrado de vivir, y resuelto á morir, se arma de una navaja de barba, trata de degollarse, se hace pedazos el seno, se dirije varios golpes al corazon, se abre las venas y se corta los jarretes; en fin, vencido por el dolor, lanza un grito y cae.»

Paréceme, moral corriente á parte, que es la muerte de un hombre. Es un mártir del fastidio supremo, y en la galeria del porvenir

  1. M. Chamfort, etc. etc. por F. J. Stahl