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7 DE JULIO

señoríos... Yo... ¡chilindrón, chilindraina!... no vacilaría un momento y le ahorcaría también.

— ¿Pero á quién dejará con vida el señor D. Patricio?—preguntó Cordero interpretando la burla general de los oyentes.

— En rigor, á todos les perdonaría, con tal que soltara la pelleja su amigo de usted, Tintín de Navarra... Pero sigamos con los Ministros: de Sierra Pambley (*) no hay que hablar. Ese entró en el Congreso por un voto. (Valiente patriota! Es el rey de los pasteleros, pero no para su bolsillo, pues no se cocieron en su horno los robos del empréstito de Vallejo, con que tanto ha engordado mi hombre. Si he de ser franco, señores míos, también á ese le ahorcaría, también. El pobre Clémencín (**) t ese literato que se ha pasado la vida haciendo notas, ese desdichado roe-libros que está en la poltrona de Ultramar, y que parece un frailito motilón, merece lástima, ¿no es verdad? Pero no: basta de sentimientos, y ahorcarle. Y haremos lo mismo con Balanzat (***), que no se alzó en el gloriosísimo año 20; que en todos los mandos importantes pone á los verdugos del año 14, y es más absolutista que Tigrekan; lo mismo también con Romarate (****); aunque no sea sino por su misma obscuridad política. Ahorcarles á todos, y así aprenderán los que vengan después. Aquí

(*) Ministro de Hacienda. (**) De Ultramar, f***) De la Guerra. (****) De Marina.