se presentaban desnudas y obedientes al pie de aquella Constitución tan odiada de damas y de palaciegos. Los alistamientos sucedían á lo» alistamientos: no bastaba la tropa de línea, no bastaba la Milicia, y era preciso improvisar batallones de paisanos. Con éstos y oficiales de reemplazo se formó en el Parque de Artillería el batallón Sagrado, cuyo mando se dió á San Miguel. Muchos individuos de prestigio organizaron compañías á sus expensas, renovando así el sublime fanatismo militar de la graD guerra; y al modo que entonces se formaban partidas de guerrilleros, se hacían ahora com* pañías de patriotas.
Entre los guardias sublevados había muchos oficiales liberales. Estos abandonaron á sus compañeros al salir de Madrid, presentán* dose en el Parque á recibir órdenes del Capitán General. Para distinguirse de sus hermanos, que pronto iban á ser sus enemigos, adoptaron el patriótico instintivo de una cinta ver* de con el lema Constitución ó muerte, y un pa* fiuelo blanco en el sombrero. ¡Oh! no es descriptible el entusiasmo de los milicianos, cuando vieron desfilar ante las puertas del Parque aquellos jóvenes oficiales, casi todos de familias muy distinguidas, que abandonaban voluntariamente, con noble instinto político, lasr filas del absolutismo para defender la Constitución que habían jurado, la hermosa libertad que amaban, la idea moderna, que veían resplandecer débilmente sobre el cielo de la patria, como una estrella cuyo fulgor crecía, prometiendo iluminar algún día todas sus obscu-