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rabajosamente amasado, no pudo llegar á la azón de su definitiva cochura por la indomable arrogancia de los guardias. Llegada la noche, los sublevados salieron de sus cuarteles; dejaron dos batallones en Palacio, y los cuatro restantes se retiraron al Pardo por la Puerta de Hierro, rompiendo así todo lazo con las autoridades establecidas. El absolutismo había lanzado su reto á la Constitución.
El nuevo día, 2 de Julio, trajo, pues, á Ma* drid alarma no menos grande que la del 2 de Mayo de 1808. La villa era un campamento. Por todas partes tropa de línea y voluntarios, generales encintados que iban y venían sin cesar, escoltas, destacamentos, guardias, toques, llamadas, arengas, banderas, gritos, y el tambor resonando sin cesar, como el ronquido de gigante furioso que impaciente aguarda la pelea. Juntóse todo lo que era juntable, y constituyóse todo lo constituíble, comisioes, corporaciones, consejos; se dio principio á una deliberación inacabable, eterna, á la deliberación del peligro, y el Ayuntamiento, el Consejo de Estado, la diputación permanente de Cortes, la de provincia, abrieron sus embrolladas sesiones permanentes.
1 Inmensa confusión y movimiento inmenso! El Parque de San Gil hervía como una fragua. Todo era sacar cañones y llevarlos á un punto para después situarlos en otro, arrastrar y repartir cajas de municiones. Las órdenes se sucedían á las órdenes. Acudían de los cuatro ángulos de Madrid generales y brigadieres que iban á ofrecer sus servicios, y miles de espadas