una furia grotesca,—si no quieres que te midamos las costillas.
D. Patricio, pues no era otro, mostró su brazo derecho. Donde éste acababa, tenía principio la desmesurada longitud de un garrote con nudos.
i El joven que acompañaba á D. Patricio, y que vestía uniforme de miliciano, se interpuso diciendo: *
— Padre, no nos metamos en danzas con esta canalla. Estamos desarmados.
Y al mismo tiempo avanzó su mano hacia el pecho de Gordón, que resueltamente atacaba á Sarmiento padre. El alférez no dijo una sola palabra; blandió la pesada mano como una maza de hierro, á quien el hercúleo brazo dió enorme fuerza y velocidad. El círculo fué breve y rápido. La cara de Lucas Sarmiento estalló con horrible chasquido, y su cuerpo desplomóse en tierra como un saco. Bofetada más tremenda no se había dado ni recibido en lo que iba de siglo.
.—¡Traición, traición!—gritó D. Patricio agitando el palo y dando saltos, sin avanzar un paso hacia adelante ni hacia atrás.
Lucas revolvía su cara en sangre, no en la sangre trágica de las contiendas caballerescas, sino en la sangre de la nariz, que le quedó medio deshecha. Gordón iba derecho hacia L). Patricio para quitarle el palo y rompérselo encima, cuando aparecieron por la plazuela de Navalón arriba dos individuos igualmente armados de formidables porras. Uno de ellos iba vestido de miliciano.