B. PÉREZ G. VLDÍS
Sólita alzó los ojos de la costura para decir:
— Yo también medito en ello, y no puedo...
— Nada—añadió el padre,—no caigo en quién podrá ser esa muje?.
—Pues yo tampoco alcanzo quién podrá ser.
Y media hora después, padre ó hija ^e miraron de nuevo, y el uno preguntó:
— ¿Quién será?
Y añadió la otra:
— ¿Pero quién será?
XIV
Cuando Anatolio volvía la esquina de la calle de Preciados, vió dos hombres. El uno de ellos gritó con voz cascada:
— Ya salió uno. Este es el alcahuete que lleva los recados á Palacio.
Gordón se detuvo, dudando que se dirigieran á él. Pero otra voz joven cantó esta copla:
Huye, que viene la rouda y se empieza el tiroteo... serviles, á la huronera, que os van los gorros siguiendo.
Gordón volvió atrás. Una figura escueta, un fantasmón anguloso, cuyos brazos se movían en cruz, y en cuyo semblante, arrugado y obscuro, brillaban ojos de lince, avanzó hacia el guardia.
— Sigue tu camino, so bruto— chilló como