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7 DE JULIO

-debe ser Heróo, el confesor deS. M., D. Víctor Sáez, y dos señores más que no conozco.

— ¡Conspiración!

— jSilencio!—dijo Cuadra tapándole la boca <; on la palma de la mano.

—Pues sí: dicen que nos levantaremos. La Guardia Real no puede consentir que el Rey sté sometido por esa canalla; que gobiernen las Cortes; que los gansos de la Milicia se paseen por las calles hechos un brazo de mar, y que El Zurriago y otros papeles indecentes insulten sin cesar á la gente honrada*

— ¿De modo que estáis decididos? Mira, sobrino, ó mejor dicho, hijo mío, pide tu licencia absoluta.

—Ya la he pedido. Pienso verme fuera antes de que estalle el movimiento, que, según dicen, será dentro de no sé cuántos meses.

— Eso es, échate fuera; tú ya has probado <jue eres valiente.

Soledad volvió á mirar á su primo. No rebelaban ciertamente sus ojos nada parecido á la admiración.

-r-Mi opinión— -prosiguió el anciano,—es <jue no te metas en nada. Haz como yo, que he vuelto la espalda á la política para siempre. Ni siquiera me gusta verte aquí mientras están esos señores tratando sus diabluras. Vistes el uniforme de la Guardia; si algún intruso te ve, pueden sospechar de tí y creer que conspiras.

— Entonces debo marcharme. Además es tarde, y mi prima parece que tiene sueño. No todos saben descabezarlo en una silla.