B. Vti¡El üALDÓS
conmigo. Tus aspiraciones, en la esfera de los sentimientos, son razonables, proporcionadas á tí misma, á tu estado, á tus circunstancias; las mías son absurdas casi siempre, contrarias al buen sentido y á las leyes del mundo. Tú amarás á quien debes amar; yo siento atracción tan fuerte hacia lo imposible, que me estrello, 'sí, querida mía, me estrello (no encuentro otra palabra) contra unas murallas altas y negras que me cierran el paso. Tú descansarás en el cumplimiento de tu deber, confiada, tranquila, con el corazón y las ideas dentro de lo que yo llamo la medida social; yo estoy siempre fueia de la ley; yo siempre estoy en revolución; yo siempre vivo en un mundo, pienso en otro y en otro siento, sin poder jamás hacer de los tres uno solo.
Soledad habría podido decir mucho sobre aquel tema; pero por lo mismo que podía decir mucho, no dijo nada.
— Aquí tienes la diferencia que hay entre los dos— continuó él:—tú estás cortada para la felicidad, yo para la desgracia. Si algún día llegan á tí noticias de mí...
— ¿Pue3 qué, te vas?— preguntó Sola con viveza, frunciendo el ceño.
— Mi pobre madre enferma me detiene aquí; que si no... Yo no puedo vivir en este país.
— Que e3 el mejor de los países. No, hermano, tú no debes salir nunca de aquí, donde tienes tantos amigos.
— Hermana, no digas que se puede vivir en una sentina de envidias y miseria. ¡Si al menos ésta fuera grande para poderse uno mover! pe*