L B. PÉREZ GALDÓS
za. El lugar que en tu corazón corresponde á ese señor primo, ¿se lo has dado á otro?
Soledad vaciló un instante y se puso como la grana.
— A nadie.
— Entonces, hija—dijo Monsalud apartando la vista de su hermana para fijarla en lo que escribía,—todo es cuestión de un poco de tiempo. He visto á tu primo, tengo antecedentes de él, y respondo de que le querrás mucho. No te apures.
— ]Ohl eso sí: es buen muchacho.
— Y en esta oficina hay datos para creer que es honradísimo. Aquí estuvo á solicitar del señor que le abonara unos créditos... Ya sabes,
—Sí.
— El Duque vacilaba. Yo pedí informes á un mayordomo asturiano que vino á traer cuentas, y en virtud de las buenas noticias queme dió, aconsejé á Su Excelencia que accediera á la petición de tu marido... ya se le puede dar ese nombre.
— ¿Y ha consentido el Duque?
— Sí: cuando vuelva tu primo de Aranjuea le daré esa buena noticia. ¡Ahí pobrecilla: bien puedes decir que se te ha entrado la fortuna por las puertas. Auatouo es un joven agradable, bueno, sencillo, honrado, trabajador. Además, posee regular fortuna. Tu situación y la de tu padre son tales, que podéis considerar esto como una bendición de Dios. No son otros tan afortunados. Sola, no desprecies lo que te da la mano de Dio3, no tengas soberbia, na vaciles.