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UN HOMBRE Y UNA MUSA.



I.


Ya que has acudido á mi llamamiento ¡oh musa! escúchame atenta y propicia, y haz que se cumpla mi mas ferviente deseo.

Habla, y que tu lenguaje sea el de la sinceridad. Mi vista es de lince.

De ese modo podrás conocer mejor la idea que me anima. Pero quisiera que se disipase el humo denso que te envuelve. ¿Por qué tal recato? ¿Acaso no he de conocerte?

No soy recatada, sino prudente; asi que te acostumbres á oirme, te acostumbrarás á verme. Di en tanto, ¿qué quieres?

¡Hasta las musas son coquetas!