carretela del Hipódromo, que perteneció al celebérrimo duque Brunswich, de risible memoria.
Menos habría bastado para llamar la atención en las calles, y cuando llegaban al paseo del Bois de Boulogne, producian una risa repentina y miradas que atribuían á su lujo y elegancia. Los que acostumbran ir á ese paseo, acaban por conocerse de vista, y les dieron en seguida carta de naturalización en la falange de los rastaquoéresó cursis que pululan y son blanco de pullas y burlas sin piedad
Yolande era bonita, vestía con lujo, así que ella y sus coches eran objeto de la curiosidad general. En la estación propicia en victoria y en la otra en berlina, se la veía circular en París, ir á tiendas elegantes, para ver y que la vieran. Una nueva cara agita á los jóvenes y azuza su amor propio, creyendo han de ser distinguidos y llamados; así que la miraban con tanta más impertinencia que querían llamar la atención, y empezaron á dar pasos para conocer á los rastaquoéres de provincia, pues los hay de todos los paises. Ella estaba encantada de su éxito, y bien se percibían de ello los futuros capigorrones de su casa. Muy divertido es observar á algunas damas cuando se perciben que las miran, por la actitud