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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

Muy antigua es esa costumbre de publicar diarios de los sucesos sociales. Los griegos tenían Las Efemérides; los romanos los llamaban Acta diurna, que hacían las delicias de las damas, según dice Juvenal, y Tácito refiere que se leían en los ejércitos. Aunque no eran sino simples noticias, se temían los comentarios que los acompañaban, y Domiciano, siguiendo el ejemplo de Tiberio, vigilaba la redacción. Cesaron ea la edad media, pero cuando se descubrió la imprenta siguió esa costumbre á través los siglos hasta la célebre y temida Gaceta de Holanda, que hablaba de toda Europa á fines del siglo pasado y concluyó con la extraordinaria libertad de imprenta que otorgó la revolución francesa.

Esos picaros diarios parisienses no daban nunca cuenta de las recepciones de Yolande, ni nunca veía tampoco que á las elegantes asistiera ninguna de las personas que iban á las suyas, y esto le exasperaba hasta el punto de que sentía deseos do venganza, y de buena gana habría pegado á Raoul y á Mercedes. ¡Qué baño de agua rosada habría tomado cada vez que leyese que á las grandes recepciones de la señora Esternay acudía el «todo París elegante», y á las pequeñas las que habían sido triées sur le volet