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VÍCTIMAS DEL CHIC.


IV


Zoé y Norina tuvieron un placer inmenso de volver á verse, y para ésta era un consuelo vivir cerca de su hermana, la única persona que quería ver en París. Raoul y Mercedes hicieron honda impresión en Norina, y allá en el fondo, muy en el fondo de su cerebro, sintio la diferencia que había entre su sobrino y su yerno, y aun, lo que le era más doloroso, entre su sobrina y su hija. Su corazón de madre se turbó, á pesar suyo, con esa comparación que la asaltó sin buscarla, pero que no podía menos de imponerse á una mujer inteligente y sensible, los actos y las palabras de sus sobrinos se imponían con una autoridad que la dejaba confusa y preocupada.

Yolande y su marido no se coraban de ese valor intelectual y moral de los primos, y sólo veían en ellos á dos hermanos relativamente pobres, que habían de considerarse felices de ponerse á sus órdenes y servirles en cuanto se les ordenase.

No habría sido así si no mediase el cariño y profundo respeto que el carácter y las grandes virtudes de su tía les inspiraba, y el temor de que su negativa