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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

había tenido la dicha de poder inculcarla; una disposición maravillosa para sus estudios, y un carácter igual, don raro é inestimable, firme en los principios y suave en su manifestación, y un tanto asustadiza por instinto de las cosas mundanas.

Se llamaba Mercedes, y en un trono habría sido su dicha derramarlas con discernimiento para que fueran merecidas; podría llamarse Paz, porque la de su corazón reflejaba en su semblante, de donde irradiaba en su camino, imponiéndola su sola presencia; podría llamarse Remedios, por los que prodigaba con amor y en secreto á sus enfermos pobres; podría llamarse Consuelo, por los que procuraba en cuantas ocasiones se acudía á su corazón é inteligencia; podría llamarse Amparo, porque nadie se acogía á ella en vano, si en su mano estaba remediarlo; podría llamarse Soledad, porque más tarde en su retiro, gozó é hizo gozar á los suyos de la beatitud de su alma que no turbaban deseos brillantes ni grandezas imponentes; en fin, podría llamarse Virtudes, por las que en ella, resplandecían, y otras advocaciones á la Virgen inspiradas por la piedad española.