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JOSÉ MANUEL HIDALGO.


V

La belleza y la generosidad de los sentimientos de las dos hermanas, les hacían sentir y desear el mismo bien en la una para la otra; así que cuando Zoé vió á Norina casada con un hombre honrado, cuyos bienes iban á proporcionarle una existencia que no podían soñar en lo triste de su situación ni en lo modesto de sus aspiraciones, se regocijó sinceramente sin pensar en sí misma, como es propio de la generosidad de los que tienen idéntica sangre.

Lo primero que pensó Norina fué en señalar á Zoé una pensión para que pudiera vivir con ese sosiego que da la seguridad de que el día siguiente y el mes y el año entrante, se ha de contar con qué satisfacer las necesidades de la vida, que de no ver aseguradas quitan toda calma, el sueño, y obligan, cuando se es bien nacido, á llevar esa máscara de impasibilidad y aun de amenidad que impone un legítimo orgullo y el deseo de no ser compadecido, de veras ó fingido, y ser asunto de conversación.

Zoé asoció naturalmente su parienta bienhechora al bienestar relativo que esa pensión procuraba, y