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VÍCTIMAS DEL CHIC.

nores de su casa con tan natural afabilidad, que se acudía á ella con gusto singular, y quizás con más frecuencia que lo de costumbre en provincias; pero ella misma lo facilitaba, abriendo sus salones una vez por semana, dando pequeñas comidas, tés íntimos, que acabó por tener tertulianos distinguidos, encantados de encontrar un centro en que la señora de la casa pudiese acoger con inteligencia su variada conversación y tomar parte en ella, si bien con temor y discreción para no darse aires de sabidilla. Si su marido no lo era, se hacía agradable y útil en todo, y no se le desdeñaba.

Los años corrieron en aquella apacible morada, sin que ningún disgusto, ni siquiera una enfermedad, hubiera venido á turbar al honrado matrimonio. Yolande crecia á la par en beldad y gentileza, siendo el encanto de sus padres, cuyo entrañable amor por la hija única que les había concedido el cielo, les hacía transportarse á las delicias de un paraíso en que la veían como ángel de luz y de esperanza. La madre la contemplaba como el ser arrancado á sus entrañas, recordaba con ternura sus dolores y sus lágrimas al dar su primer vagido; ¡y en ese inefable amor se reflejaba la luz que se desprendía de su corazón de