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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

abuelo, como cosa de su competencia, y se la puso por nombre Yolande. Era el encanto de la familia, la delicia del abuelo, el que desgraciadamente sucumbió dos años después, pero con la conciencia tranquila y la esperanza de que todos serían felices y conservarían de él grata memoria.

La vida de provincia es triste, monótona, retraída; las calles casi desiertas, las persianas cerradas, escasa la circulación de carruajes, excepto los de los médicos, los simones con raros clientes; los hombres vacan á sus negocios ó viven con monotonia de sus rentas; las mujeres encerradas, apenas si salen á tiendas ó á una que otra visita; y sólo en la tarde, sobre todo los dias de fiesta, van con trajes domingueros al jardín público si hay música, único sitio donde se nota algún movimiento. Las familias están divididas por opiniones políticas; las realistas no van á las raras recepciones ó bailes de la Prefectura; las comidas, veladas y bailes en ciertas casas, en el invierno, son un acontecimiento; en la noche los hombres suelen ir al círculo ó al teatro, casi vacíos; y cuando una notabilidad está de paso, causa un alboroto pasajero que saca á lucir lo mejor que cada uno tiene; todos se acuestan temprano, y hoy hacen