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JOSÉ MANUEL HIDALGO.


humor de ver á nadie, y pensando en el gusto que tendria de volver á verle tranquilo, contento, y que á ella se lo debía, se le ocurrió pasar el tiempo examinando la cuenta del Banco, y se puso á hacer sumas. Á medida que las hacía, se iba espantando de la disminución de su caudal, que creía inagotable, y se encontró con que después de la sangría del Vizconde, le quedaban apenas, trescientos cincuenta mil francos! ¿Qué era eso para seguir en auge y vivir con el boato acostumbrado? Y eso, contando con lo poco que le dejó la madre, pues apenas se había reservado una mesada, y todo lo que había dado á Yolande. Si no había de alterar su vida, la ruina era completa é irremediable dentro de año y medio, sin tener que esperar nada de Esternay, incapaz de trabajar, de ocuparse en nada que pudiera allegar recursos, y en su espanto hasta se le representó que el Vizconde tardaría en reembolsarla... si es que lo hacía.

No cerró los ojos en toda la noche, estremeciéndose cada vez que pensaba en la miseria que la achecaba, en la necesidad de desaparecer del brillo y de los placeres, y hasta llegó a dudar, con ese terror que inspira la obscuridad, de la constancia del Viz-