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202 JOSÉ MANUEL HIDALGO.


deudas, que él decía no tener y si rentas para vivir. -¿Cuál será el porvenir de esa joven con el Viz- conde?

                                  IV

Él era demasiado artero para dejar que Yolande sospechara siquiera su cansancio y sus proyectos. Al contrario, parecía redoblar sus agasajos, las frases engañosas que iban derecho al corazón de Yolande, y la envolvían en una atmósfera de bienan- danza que la llevaba á transportes y á deseos de mos- trarle cuanto le quería, haciendo todos los sacrifi- cios que exigiera. En la turbación de su alma, en ese estado de ánimo, que era como un arrobo pe- renne al contemplarle ó pensar en él, si él lo hu- biese querido, habría huído con él, plantado al ma- rido; habría hasta renunciado á esa vida de vanidad y de placeres y á ese lujo desenfrenado en el vestir, que eran las dos cosas que, después del Vizconde, amaba más en la vida. Ni contaba cuando gastaba, y seguía decentando y disminuyendo el capital de un ronde tal, que si hubiera parado mientes en ello,