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JOSÉ MANUEL HIDALGO


sollozos, se baila y se oyen las músicas que invitan á la alegría; pero á nadie puede hacerse un cargo por ello, ya que esa es la vida, y tiene que seguir su curso en todas las cosas.

Sin embargo, si eso es natural, no lo era tanto que tan pocos días acelerasen, si no el olvido el término de la tristeza; y á fuerza de ver cada día una sociedad frivola que huia de todo lo que no era ameno, volvieron las conversaciones mundanas, burlonas y chispeantes, hasta no haber en la casa más luto que el vestido.

Las conveniencias empero impedían á Yolande frecuentar la sociedad, y se fastidiaba; y una mujer que se fastidia es capaz de todo, hará lo que jamás se le habría ocurrido si no se aburriese.

El Vizconde vío que Yolande se fastidiaba, y la propuso hacer un viaje á Italia, con él, por supuesto, y llevando, por la fortuna, al babieca de Esternay. Ella lo acogió encantada, viéndose libre de oír cada día los detalles de las fiestas á que no podía asistir, y entregarse, en medio de las bellezas de Italia, al cariño cada día más entusiasta, por el frío y calculador Vizconde, que no había de gastar ni un ochavo en el viaje, aceptando todo con