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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

mano de su tía, la besó, y una lágrima que cayó en ella fué la revelación más elocuente de su dolor y simpatía, que todas las palabras que hubiera podido pronunciar.

La buena señora vió en esa lágrima como un principio de redención; y como el dolor de una madre ve en la menor cosa un asomo de esperanza, estrechó la mano de Mercedes, y le dijo:

– No me niegues este servicio, no lo niegues á tu tía que tanto te quiere y te admira, y si nada alcanzas, vuelve aquí, á mi lado, á verme morir, porque siento que no podré sobrevivir á este nuevo desengaño.

– Si tía, iré á verla; bien sé que seré mal recibida, que me echará en rostro el ningún derecho que me asiste para ingerirme en su vida, é intentar abrirla los ojos á la verdad que salva, y volverla á los brazos de su madre, tal cual usted lo desea.

– ¡Benditas seas, Mercedes!

Jamás creyó Mercedes que llegaría el caso de ir á casa de su prima, pues la diferencia de caracteres no las hizo jamás amigas; y luego, la conducta de Yolande la había alejado por completo de ella, y si Mercedes no la estimaba, Yolande no la quería. Por