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VÍCTIMAS DEL CHIC.

su salud alterarse de modo alarmante, y sufriendo su alma todos los horrores que su imaginación y sus creencias le presentaban de la conducta de su hija, buscando el remedio, y no encontrándolo más que en la oración y las lágrimas que derramaba á los pies del Cristo que en su aposento tenía.

–¡Señor!– le decía – tu mano bienhechora me ha guiado desde mi horfandad. Me diste un asilo en que vi practicar las virtudes de tu santa ley, la adoré y, aunque indigna, procuré seguirla, quizás con menos fervor de la intensidad de mis creencias y de mi deseo de servirte. Me diste como esposo á un hombre que hizo de nuestra vida una bendición perpetua, porque todo lo remitíamos á tu voluntad.

Como si hubieras desprendido del coro de tu dominación un ángel para el encanto y consuelo de mi vida, me enviaste una hija que me transportó de felicidad hasta llegar á la idolatría como reflejo de la morada celeste. La amé ¡Señor! que sentía en mis arrobos elevarse mi alma y ver y palpar el coro celestial de donde había venido! Esperaba morir con el consuelo infalible de dejarla digna de ti, y no oir ningún reproche tuyo al comparecer ante ti é implorar amparo para ella y misericordia