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VÍCTIMAS DEL CHIC.
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capricho, y en él abdicó toda voluntad, todo sentimiento, tanto deseo que no fuese el suyo.

Él era prudente como la serpiente, y encontró picante ragatarla lo que podría ser su imagen; una pequeña serpiente viva, á la que se había cortado el veneno, que en las noches de calor en la Ópera, podia refrescar el escote, dejando en la piel un fresco más buscado para producir efecto que para gozar de él. Todos los gemelos se dirigian á ella, siguiendo los movimientos del negro reptil en aquella blancura nivea de Yolande, viéndole aparecer, desaparecer lentamente por pecho, espalda y brazos, con horror verdadera en unas y fingido en las envidiosas.[1]La puerilidad del triunfo de atraer las miradas con una novedad que sólo ella poseía, la hizo olvidar más aún sus disgustos de familia, y ufana y contenta enviaba saludos y sonrisas á sus amigos.

-¡Qué audacia del Vizconde! - decía la Baronesa - ¡pasearse así en el busto de su amiga!

-Ya no hay riesgo - respondió otra - ya comió la manzana que le ofreció.

  1. Histórico