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VÍCTIMAS DEL CHIC.
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ran podido neutralizar los remordimientos, que pudiera sentir.

Aquéllos eran estériles para su corazón, y aun peligrosos si su marido se mostrase menos complaciente que los otros, cuya indiferencia raya á veces en lo increíble sea por carácter, por cálculo, por miedo ó no comprender lo que se deben á sí mismos. Toda esa vida la fatigaba, veía un descanso moral y físico en la paz de su aposento, en donde reflexionaba y quería volver atrás; pero llegado el momento fingía la animación, la alegría y esos aires retozones de su grupo: ¡aparentando moralmente lo que otras que, enfermas, sin fuerzas y quizás sin alientos de divertirse, acuden por amor propio á las fiestas, se aprietan el corsé y con los afeites y la sonrisa ocultan en los salones sus padecimientos, con cuyo tormento aceleran frecuentemente el fin de su existencia!

Embarcada por Vorcy en frágil barca, de que él llevaba el timón con pérfida mano, se dejaba ir á sotavento, sin darse cuenta si se estrellaría y á veces queriendo pararse arrepentida; pero seguía dejando llevar, y no podía volver la cara sin ver á Vorcy que con su voz y gesto la tenía supeditada, y bajando los ojos le obedecía. ¡Pobre ángel caído, más bien que