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esta impunidad, caen sin más reflexión en lo que quizás no habrían pensado, si no fuera por la mal dada elegancia de las chics. Por fortuna, hay damas bellas y de costumbres ejemplares; pero el mal está en que se codean y confunden con las que, en vez de ocultar sus flaquezas parecen hacer alarde de sus impudencias; la Condesa empezó por flirter y acabó sucumbiendo.
Poco tiempo después no se hablaba en los salones si no de la flirtation en regla de la condesa de Nonvion y del vizconde de Vorcy, del que había sido catecumena mundana; y, durante muchos días, fué el pasatiempo de las conversaciones hasta que se acostumbraron á ello, con grande algazara de la pandilla chic que abrió los brazos á la nueva afiliada.
Era Voray uno de esos bellâtres ú ostentosos elegantes de maneras y de traje, muy á la moda, favorito de las damas, que gustaban de su conversación, espiritual, pero de voz monótona y pagado de sí mismo, sin pizca de escrúpulos, ocioso, gastando sin que nadie supiera de qué, muy convidado, llevando de frente la vida de salones y la de tabucos de mujercillas galantes, intimo en unos y otros con los copurchics de su ralea, que le felicitaban de haber he-