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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

esta impunidad, caen sin más reflexión en lo que quizás no habrían pensado, si no fuera por la mal dada elegancia de las chics. Por fortuna, hay damas bellas y de costumbres ejemplares; pero el mal está en que se codean y confunden con las que, en vez de ocultar sus flaquezas parecen hacer alarde de sus impudencias; la Condesa empezó por flirter y acabó sucumbiendo.

Poco tiempo después no se hablaba en los salones si no de la flirtation en regla de la condesa de Nonvion y del vizconde de Vorcy, del que había sido catecumena mundana; y, durante muchos días, fué el pasatiempo de las conversaciones hasta que se acostumbraron á ello, con grande algazara de la pandilla chic que abrió los brazos á la nueva afiliada.

Era Voray uno de esos bellâtres ú ostentosos elegantes de maneras y de traje, muy á la moda, favorito de las damas, que gustaban de su conversación, espiritual, pero de voz monótona y pagado de sí mismo, sin pizca de escrúpulos, ocioso, gastando sin que nadie supiera de qué, muy convidado, llevando de frente la vida de salones y la de tabucos de mujercillas galantes, intimo en unos y otros con los copurchics de su ralea, que le felicitaban de haber he-