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VÍCTIMAS DEL CHIC.


>> me acoge, no tanto me acoge á mí, como á Aquél >> que me ha enviado>>, fundó cerca de su castillo un asilo de huerfanitos, á los que se consagró cual madre amorosa; les vistió, les dió pan y asilo, les inculcó el amor y el temor de Dios, y les instruyó para que cuando fueran hombres lograsen su subsistencia por el trabajo, y al recordar su horfandad, mitigara su dolor al ser creyentes y dignos á sus propios ojos: no se preocupaba un momento de si un dia bendecirían su nombres. No quiso dar el suyo al asilo, como legítimamente podía hacerlo, por ser la costumbre, y le llamó Horfandad, pues al hacer el bien, siguiendo los impulsos de su noble corazón, no pensaba sino en Dios, en el amparo de la horfandad, y sólo les pedía preces por su marido, sus niños y los bienhechores del asilo que la secundaban con admiración del modo que podían. Al ver esa abnegación, ese olvido de sí misma, sin buscar elogios ni esperar recompensa, parecía inspirarse en el final de una deliciosa poesía de una joven é ilustre Princesa, que lo sería, aun sin haber nacido en las gradas del trono, por la gracia, la virtuda y el saber, que, siendo muy niña, llevada por la mano al destierro, volvió cerca del solio, con precoz experien-