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JOSÉ MANUEL HIDALGO.


costumbres, en este <<fin de siglo>>, en que todo lo malo se generaliza y acoge con fruición.

V

Yolande veía poco á Esternay y apenas le hacia caso; esto, la libertad á que le obligaba, los consejos de Bozel y de sus seides, y la afición que también tenía por el chic, hicieron que se transformara en todo, y se despabiló, en cuanto fué posible, con su contacto, hasta aprender ese guirigay que han inventado los jóvenes chics.

Le estilaron vistiéndole como grabado de modas, con jaquelle corta, pantalones estrechos y cortos que hacía parecer los pies más grandes; el calzado puntiagudo como si fueran á ensartar lo que hay por el suelo; gran pechera con gran botón solitario en medio; chaleco en forma de corazón con sólo dos botones, ese rídiculo sombrero minúsculo que llaman <<Cronstadt>>, y el bastón, en que ya no se apoyan, cogido por la contera, como si fueran á dar palizas; cantoneo en el andar y balanceando los brazos como si hicieran gimnástica; y aunque tenía buena vista,