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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

Esternay estaba cortado, humillado de ese asombro en que se veía rebajado, sin sospechar que se burlaban de él. Luego le repitieron todo lo que la Baronesa había dicho á Yolande sobre la manera de vivir, y él creyó de buena fe que esa vida era la de todos los elegantes de Paris y de buen tono.

Cuando volvieron al salón en que estaba Yolande, le contaron lo que había pasado; ella rió de buena gana, autorizando con su risa á que aquellos viveiers siguiesen burlándose de su marido en su presencia, sin reflexionar que por lo mismo que era nulo y ridículo, á ella tocaba obrar de manera que no se faltase al hombre de quien llevaba el apellido. Una mujer que echa en pasto su marido á la murmuración, dando ella misma el ejemplo, no tiene derecho á ser respetada y autoriza el atrevimiento y esperanza de los galanes de oficio.

El primer resultado de esa vida fué romper los lazos íntimos del matrimonio, introduciendo la indiferencia, que no se preocupase el uno del otro y á absorber el tiempo en esa fiebre mundana que no se desaltera jamás.