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JOSÉ MANUEL HIDALGO.
CUARTA PARTE.
I

Yolande tuvo que resignarse á no hacerse ver con sus primos, en lo que ganaron todos, pues les habria primeado los oídos con su parentesco y títulos, y sus nobles alianzas que hinchaban su vanidad.

Se consoló en ese círculo chic de que era la Baronesa directora espiritual y de placeres, y aun pudiera decirse de enredos y chismes, tomando como entretenimiento iniciar y dirigir á Yolande en esa vida de que no sería digna a no obrase como ese conáculo retozón y mal sano. También le convenía explotarla pues siendo rica y dócil á sus consejos ó mandatos, daria comidas, veladas, tés y tomaria palcos, de que ella aprovecharía sin tocar á su propio bolsillo.

-¡Amiguita mia!- empezó por decirle,- ya que usted es de las nuestras, preciso es hacer lo que nosotras, y deje esos hábitos que tanto se critican y la ponen en ridículo, si, en ridículo. ¿Por qué va