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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

servir á otros y á otros más, sin que el escarmiento domine la inclinación: y así pasan la vida en rasgos de cariño y de abnegación, llegando al fin de aquella contemplando lo engañados que han sido por su propio corazón, y no ven en el vacío que forman los favorecidos, cuando pasan al lado con descarada serenidad, dar siquiera un mudo apretón de manos que revele un recuerdo agradecido: el servicio les pesa, les irrita, y obran sin vergüenza: ¡almas viles que inspiran un irritante desprecio hasta que llega la hora del perdón!

¡El perdón! virtud tanto más meritoria cuanto es más difícil de practicar; pero desgraciadamente no siempre se aprecia ni se comprende se les haya concedido, y no tratan de obtener también el olvido por una actitud decente en vez de la innoble que agrava sus ofensas. Hay seres que han sido predestinados á ver el bien que han hecho pagado en ingratitud, y aun en despecho de los favorecidos, y podrían escribir un volumen antes de bajar á la tumba.

En Yolande, la locura del chic había ahogado la decencia de los sentimientos en que había sido educada, y Esternay tenía un corazón seco como su