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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

moral ni de los peligros que ocultan, ó consienten de antemano en ese papel indigno y desairado que les hace asquerosos á los ojos de las personas dignas. Encenegada en sus vicios, segura de la impunidad, ebria de su éxito y de su influencia mundana, lo que no hace el elogio del círculo en que vivía, se creyó todo permitido sabiendo que en estos tiempos todo se tolera, y más á ella, una de las reinas á la moda, satisfizo sus caprichos y probó su imperio y desprecio del que dirán, rozándose con actores celebrados. Llamábase descaradamente á sí misma << fin de siglo >>, y profesaba la doctrina de que no se está en este mundo más que para satisfacer, en cualesquiera circunstancias y situaciones, las pasiones y apetitos de su temperamento; y si, como Epicúreo, hubiese expuesto sus doctrinas á sus discípulos en su jardín, le habria dejado atrás de sus teorías, pues á lo menos el filósofo griego recomendaba también los goces da la inteligencia y del corazón, y ella no se curaba de la una ni sentia el otro.

En esa vida frívola y pecaminosa se deslizada la existencia de esa escandalosa mujer, siempre ávida de divertirse y de gozar de la impresión que producia — que no siempre sospechaba era la del