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con especialidad á la complacencia de ir á los celebérrimos «Toros del Puerto,» que es como quien dice «de este Puerto por antonomasia,» término preferido de las peregrinaciones macarenas.

Pagué yo el debido tributo al Aranjuez ó al Versalles de los gaditanos, y con tal motivo cúpome entonces la honra, varias veces renovada después, de visitar, no sólo el Puerto de Santa María, sino todos los pueblos y fortificaciones circunvecinos, cuyo panorama general hay que admirar, á lo lejos, desde la alta torre de Tavira, situada en el centro de Cádiz... Visité, pues, la gloriosa Isla de León, ó Plaza Fuerte de San Fernando, y su muy sonado Observatorio astronómico; las Salinas, que hacen allí las veces de huertos ó de marjales; el famoso Arsenal de la Carraca; el preciosísimo Puerto Real; el sitio que ocuparon los castillos del Trocadero, orgullo de la patria, y las márgenes de aquel infausto río que dió su nombre á la gran catástrofe del imperio godo- español.

Cuatro semanas me retuvo aquella vez