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plata. La ciudad, blanca, pintoresca, graciosa, parecía un lujoso broche del manto verde de los campos... Y todo ello, receñido por vistosas montañas á la parte del Norte y cobijado por un cielo purísimo y espléndido, componía un magnífico panorama que me llenó de júbilo y entusiasmo.


Muchas veces he estado después en Málaga, y aun he residido en ella meses enteros, según consta del Diario de un Testigo de la Guerra de Africa, del cuadro de costumbres Lo que se ve por un anteojo [1] y de otras varias obras mías... Pero nunca sentí ni comprendí tan hondamente su naturaleza y carácter, especialísimos en Andalucía, sobre todo en contraposición á Granada, como en ésta mi primera y rápida visita. Porque lo que más llamó mi atención desde luego, aunque estaba prevenido por la fama, fué el sello fabril y comercial de la población, material y moralmente considerada... ¡Resultaba

  1. Incluído en el tomo de Cosas que fueron.