de dos días; que hice en calidad de escudero de mi propio padre, al Marquesado del Cenet, ó sea á varios pueblecillos enclavados en las faldas septentrionales de Sierra Nevada...—¡Catorce años tenía yo entonces, y aún me parece estar viendo los amenísimos barrancos de Gérez y de Aldeire y las inmensas moles de hielo del Mulhacem!... ¡Tal impresión dejaron en mi ánimo!—También recuerdo vivísimamente el soberbio Castillo de Lacalahorra, alzado sobre el pueblo del mismo nombre... — Data el Castillo de los días de la Reconquista; pertenece á los Duques del Infantado, y habitábalo entonces un su deudo y administrador... Mohosas armaduras de los últimos tiempos de la espada y gruesísimos cañones de los primeros tiempos de la pólvora hablaban allí todavía de antiguas y santas guerras, y realizaron, por tanto, á mis ojos de poeta incipiente, todos los cuadros bélicos que ya había yo imaginado y soñado, leyendo, á escondidas de mis juiciosos padres y maestros, las Novelas de Walter Scott, una detestable traduc-
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