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cha gente y caballos, que demas de los españoles venian conmigo más de tres mil ánimas de los naturales; pues pasar adelante ya he dicho á vuestra majestad la dificultad que habia; así que ningun seso de hombre bastaba para el remedio, si Dios, que es verdadero remedio y acorro de los afligidos y necesitados no le pusiera; y hallé una canoita pequeña en que habian pasado los españoles que yo envié delante á ver el camino, y con ella hice sondar todo el ancon, y hallóse en todo él cuatro brazas de hondura, y hice atar unas lanzas para ver el suelo qué tal era, y hallóse que demas de la hondura del agua habia otras dos brazas de lanza y cieno, así que eran seis brazas; y tomé por postrer remedio determinarme hacer una puente en él, y mandé luego repartir la madera por sus medidas, que eran de nueve y diez brazas por lo que habia de salir fuera del agua; la cual encargué que cortasen y trajesen aquellos señores de los indios que conmigo iban, á cada uno segun la gente que traía; y los españoles y yo con ellos, comenzamos á hincar la madera con balsas y con aquella canoilla y otras dos que despues se hallaron, y á todos paresció cosa imposible de acabar, y aun lo decian detrás de mí, diciendo que seria mejor dar la vuelta antes que la gente se fatigase, y despues de hambre no pudiesen volver; porque al fin aquella obra no se habia de acabar, y forzados nos habiamos de volver; y andaba desto tanto murmullo entre la gente,