venidas, hice pasar con ellas cierta gente de la otra parte del rio, para que buscasen los naturales del dicho pueblo, para los asegurar como á los de atrás; y obra de média legua de la otra parte del rio hallaron hasta veinte hombres en una casa de sus ídolos, que los tenian muy adornados, los cuales me trajeron, y informados dellos, me dijeron que toda la gente se habia ausentado de miedo, y que ellos habian quedado allí para morir con sus dioses, y no habian querido huir; y estando con ellos en esta plática, pasaron ciertos indios de los nuestros, que tenian ciertas cosas que habian quitado á sus ídolos; y como las vieron los del pueblo dijeron que ya eran muertos sus dioses; y á esto les hablé diciéndoles que mirasen cuán vana y loca creencia era la suya, pues creían que les podian dar bienes quien así no se podia defender y tan ligeramente veían desbaratar; respondiéronme que en aquella seta los dejaron sus padres, y que aquella tenian y ternian hasta que otra cosa supiesen. No pude por la brevedad del tiempo darles á entender más de lo que dije á los de Istapan, y dos religiosos de la órden de San Francisco, que en mi compañía iban, les dijeron asimismo muchas cosas acerca desto. Roguéles que fuesen algunos dellos á llamar la gente del pueblo y al señor y aseguralla; y aquel principal que truje de Istapan ansimismo les habló y dijo las buenas obras que de mí habian recebido en el pueblo, y señalaron uno dellos, y dijeron que
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