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concejos de las villas desta Nueva-España y yo enviamos á suplicar á vuestra majestad mandase proveer de obispos ó otros prelados para la administracion de los oficios y culto divino, y entonces pareciónos que así convenía; y agora, mirándolo bien, háme parecido que vuestra sacra majestad los debe mandar proveer de otra manera, para que los naturales destas partes más aína se conviertan, y puedan ser instruidos en las cosas de nuestra santa fe católica; y la manera que á mí en este caso me parece que se debe tener, es que vuestra sacra majestad mando que vengan á estas partes muchas personas religiosas, como ya he dicho, y muy celosas deste fin de la conversión destas gentes, y que destos se hagan casas y monasterios por las provin-

algodon y pelos de conejo; huesos de gigantes, que se hallaron en Culhuacan, y se han visto y hallado otros muchos en la diócesis de Puebla, lo que parece prueba que es cierto que los tlaxcaltecas mataron hombres gigantes, y no aquieta enteramente la razón de que con el suco de la tierra crecen, pues es falso en Culhuacan, donde les halló Cortés. Me hago cargo de lo que dice el reverendísimo Feijón, pero el hecho es cierto é innegable y muy verosímil, que aún después del diluvio universal quedaran hombres de estatura disforme y gigantesca, y en los Mecos se ven hoy algunos hombres que, como Saúl, exceden á los mexicanos del hombro arriba: yo los he visto muy altos, y también tengo en mi librería huesos de tal tamaño, que á no haberlos formado así la naturaleza, es preciso confesar que eran de propios gigantes; mas este disputa se reserva á los eruditos, que cada uno va por su lado. Tambien envió Cortés tres tigres; y habiéndose soltado uno en la nao, mató dos personas, hirió otras y saltó á la mar. Aun vivian los padres de Cortés, porque Juan de Ribera, su secretario, les llevaba también cuatro mil ducados.