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que en la tierra se pueden hallar, porque de toda ella lo vienen á vender; y en esto no hay falta de lo que antes solia en el tiempo de su prosperidad. Verdad es que joyas de oro (1) ni plata, ni plumajes, ni cosa rica, no hay nada como solia; aunque algunas piececillas de oro y plata salen, pero no como antes. Por las diferencias que Diego Velazquez ha querido tener conmigo, y por la mala voluntad que á su causa y por su intercesion, don Juan de Fonseca (2), obispo de Búrgos, me ha tenido por él y por su mandado los oficiales de la casa de la contratacion da la ciudad de Sevilla, en especial Juan Lopez de Recalde, contador della, de quien todo en el

Tlatelulco, y la de los españoles en la plazuela del Volador y delante del palacio de los excelentísimos señores vireyes.

(1) Las indios olvidaron, sus artes, ó las ocultaron, que es lo mas verosímil, pues tienen habilidad para todas las artes mecánicas y trabajan tan bien como los españoles, aunque no piensan más que en el día presente y no tienen ansia de adquirir. Aquí referiré un caso admirable que no hace muchos años sucedió, y fué la prisión de un indio, que era heredero falso y fabricaba la moneda con la mayor perfección: después de asegurada su persona, se recogieron los instrumentos de que usaba, y todo se reducía á unos palillos y unas hojas de maguey ó pita. Admiráronse los jueces, y el excelentísimo señor virey que entonces era llegó á ofrecerle perdón de la vida si declaraba el modo y secreto con que fabricaba la moneda: no hubo medio de declararlo, y eligió antes el morir. En Tierra Caliente hacen las mujeres un tejido de plumas tan maravilloso, que se puede desafiar á la mejor y más diestra europea á que no le hace igual. En el baratillo de México se ven unas figuritas hechas de plumas y cera por los indios, que ni en Napóles se hacen mejores.

(2) El señor Fonseca, no tenia los informes correspondientes á la fidelidad de Cortés, por lo que éste padeció tantas contradicciones.