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estando en esta de Cuyoacan, falleció don Fernando, señor de Tesáico, de que á todos nos pesó, porque era muy buen vasallo de vuestra majestad y muy amigo de los cristianos; y con parecer de los señores y principales de aquella ciudad y su provincia, era nombre de vuestra majestad, se dió el señorío á otro hermano suyo menor, el cual se bautizó y se le puso nombre don Carlos; y segun dél hasta ahora se conoce, lleva las pisadas de su hermano, y aplácele mucho nuestro hábito y conversacion.

En la otra relación hice saber á vuestra majestad como cerca de las provincias de Tascaltecal y Guajocingo habia una sierra redonda y muy alta, de la cual salia casi á la continua mucho humo, que iba como una saeta derecho hácia arriba. E porque los indios nos daban á entender que era cosa muy mala y que morian los que allí subian, yo hice á ciertos españoles que subiesen y viesen de la manera que la sierra estaba arriba. E á la sazón qué subieron salió aquel humo con tanto ruido, que ni pudieron ni osaron llegar á la boca; y después acá yo

hice ir allá á otros españoles, y subieron dos veces hasta llegar á la boca de la sierra do sale aquel humo[1], y habia de la una parte de la boca á la otra dos tiros de ballesta, porque hay en torno cuasi tres cuartos de legua; y tiene tan gran hondura, que

 Cartas de Hernan Cortes—Tomo I.—33
 
  1. De lo que los autores enseñan del Etna de Sicilia, ó Mongibelo, y del Vesubio junto á Napóles, se conocerá lo mismo acá en la América.