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todo lo que á vuestra majestad perteneció, que irá firmado de nuestros nombres. Y el oro que restó se repartió en mí y en los españoles, segun la manera y servicio y calidad de cada uno: demas del dicho oro se hubieron ciertas piezas y joyas de oro, y de las mejores dellas se dió el quinto al dicho tesorero de vuestra majestad.

Entre el despojo que se hubo en la dicha ciudad, hubimos muchas rodelas de oro [1] y penachos y plumajes, y cosas tan maravillosas, que por escrito no se pueden significar, ni se pueden comprehender si no son vistas; y por ser tales, parecióme que no se debian quintar ni dividir, sino que de todas ellas se hiciese servicio á vuestra majestad; para lo cual yo hice juntar todos los españoles, y les rogué que tuviesen por bien que aquellas cosas se enviasen á vuestra majestad, y que de la parte que á ellos venia y á mí, sirviésemos á vuestra majestad; y ellos holgaron de lo hacer de muy buena voluntad, y con tal, ellos y yo enviamos el dicho servicio á vuestra majestad con los procuradores que los Consejos desta Nueva-España envian.

Como la ciudad de Temixtitan era tan principal y nombrada por todas estas partes, parece que vino á noticia de un señor de una muy gran provincia que está setenta leguas de Temixtitan, que se dice

  1. Rodelas de oro es prueba evidente de la grandeza y magnificencia de los mexicanos, y se admiraron en toda la Europa las piezas que envió Cortés.