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hablariamos en la paz. E como vimos que era burla y que todos estaban apercibidos para pelear con nosotros, despues de se la haber muchas veces amonestado, por más los estrechar y poner en más extrema necesidad, mandé á Pedro de Albarado que con toda su gente entrase por la parte de un gran barrio que los enemigos tenian, en que habria más de mil casas; y yo por la otra parte entré á pié con la gente de nuestro real, porque á caballo no nos podiamos por allí aprovechar. Y fué tan recio el combate nuestro y de nuestros enemigos, que les ganamos todo aquel barrio [1], y fué tan grande la mortalidad que se hizo en nuestros enemigos, que muertos y presos pasaron de doce mil ánimas; con los cuales usaban de tanta crueldad nuestros amigos, que por ninguna via á ninguno daban la vida, aunque más reprendidos y castigados de nosotros eran.

Otro dia siguiente tornamos á la ciudad, y mandé que no peleasen ni ficiesen mal á los enemigos; y como ellos veian tanta multitud de gente sobre ellos, y conocian que los venian á matar sus vasallos y los que ellos solian mandar, y veían su extrema necesidad, y como no tenian donde estar síno sobre los cuerpos muertos de los suyos, condeseo de verse fuera da tanta desventura, decian que por qué no los acabábamos ya de matar, y á mucha priesa dijeron que me llamasen, que me querian

 CARTAS BE HERNAN CORTES.—TOMO I.—35
 
  1. Cerca de Tlatelolco está el barrio de Sancopinca,