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alanceábamos algunos; y un dia destos habia en la plaza siete ú ocho de caballo, y estuvieron esperando que los enemigos saliesen; y como vieron que no salian, hicieron que se volvian; y los enemigos, con recelo que á la vuelta no los alanceasen, como solian, estaban puestos por unas paredes y azoteas, y habia infinito número dellos; y como los de caballo revolvian trás ellos, que eran ocho ó nueve, y ellos les tenian tomada de lo alto una boca de la calle, no pudieron seguir trás los enemigos que iban por ella, y hubiéronse de retraer. E los enemigos, con favor de como los habian hecho retraer, venian muy encarnizados, y ellos estaban tan sobre aviso, que se acogian donde no reciban daño, y los de caballo lo recibian de los que estaban puestos en las paredes, y hubiéronse de retraer, é hirieron dos caballos; lo cual me dió ocasion para les ordenar una buena celada, como adelante haré relacion á vuestra majestad; y aquel dia en la tarde nos volvimos á nuestro real, con dejar bien seguro y llano todo lo ganado, y á los de la ciudad muy ufanos, porque creían que de temor nos retraíamos. E aquella tarde hice un mensajero al alguacil mayor para que antes del dia viniese allí á nuestro real con quince de caballo de los suyos y de los de Pedro de Albarado.

Otro dia por la mañana llegó al real el alguacil mayor con los quince de caballo, y yo tenia de los Cuyoacan allí otros veinte y cinco, que eran cua-