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dos del desbarato estábamos buenos, y á la Villarica habia aportado un navío de Juan Ponce de Leon, que habian desbaratado en la tierra ó isla Florida; y los de la villa enviáronme cierta pólvora y ballestas, de que teniamos muy extrema necesidad; y ya, gracias á Dios, por aquí á la redonda no teniamos tierra que no fuese en nuestro favor; y yo, viendo cómo estos de la ciudad estaban tan rebeldes y con la mayor muestra y determinacion de morir que nunca generacion tuvo, no sabia qué medio tener con ellos para quitarnos á nosotros de tantos peligros y trabajos; y á ellos y á su ciudad no los acabar de destruir, porque era la más hermosa cosa del mundo; y no nos aprovechaba decirles que no habiamos de levantar los reales ni los bergantines habian de cesar de les dar guerra por el agua, ni que habiamos destruido á los de Matal- cinco y Marinalco, que no tenian en toda la tierra quien los pudiese socorrer, ni tenian de dónde haber maíz, ni carne, ni frutas, ni agua, ni otra cosa de mantenimiento. E cuanto más destas cosas les deciamos, menos muestra viamos en ellos de flaqueza; más antes en el pelear y en todos sus ardides los hallábamos con más ánimo que nunca. E yo, viendo que el negocio pasaba desta manera, y que habia ya más de cuarenta y cinco dias que estábamos en el cerco, acordé de tomar un medio para nuestra seguridad y para poder más estrechar á los enemigos, y fué que como fuésemos ganando por