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nosotros les deciamos que allí se habian de morir de hambre, y nuestros amigos decian á los españoles que aquellas paces eran falsas; que peleasen con ellos; y aquel dia no se peleó más porque los principales dijeron á la lengua que me hablase. Dende á cuatro dias que el alguacil mayor vino de la provincia de Matalcingo, los señores della y de Marinalco y de la provincia de Cuiscon, que es grande y mucha cosa, y estaban tambien rebelados, vinieron á nuestro real, y pidieron perdon de lo pasado, y ofreciéronse de servir muy bien; y así lo hicieron y han hecho hasta ahora. En tanto que el alguacil mayor fué á Matalcingo, los de la ciudad acordaron de salir de noche y dar en el real de Albarado, y al cuarto del alba dan de golpe. E como las velas de caballo y de pié lo sintieron, apellidaron de llamar al arma, y los que allí estaban arremetieron á ellos; y como los enemigos sintieron los de caballo, echáronse al agua; y en tanto llegan los nuestros y pelearon más de tres horas con ellos; y nosotros oimos en nuestro real un tiro de campo que tiraba; y como teniamos recelo no los desbaratasen, yo mandé armar la gente para entrar por la ciudad, para que aflojasen en el combate de Albarado, y como los indios hallaron tan recios á los españoles, acordarón de se volver á su ciudad; y nosotros aquel dia fuimos á pelear á la ciudad. En esta sazon ya los que habiamos salido heri-