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de Albarado era muy importunado, y lo mismo me acaecia á mi en nuestro real; porque todos los españoles me ahincaban muy recio que por una de tres calles que iban á dar al dicho mercado entrásemos, porque no teniamos resistencia, y ganado aquel, teniamos menos trabajo; y yo disimulaba por todas las vias que podia, por no lo hacer, aunque les encubria la causa; y esto era por los inconvenientes y peligros que se me representaban, porque para entrar en el mercado habia infinitas azoteas y puentes y calzadas rompidas; y en tal manera, que en cada casa por donde habiamos de ir estaba hecha como isla en medio del agua.

Como aquella tarde que llegué al real supe del desbarato de Pedro de Albarado, otro dia de mañana acordé de ir á su real para le reprehender lo pasado, y para ver lo que habian ganado y en qué parte habia pasado el real, y para le avisar lo que fuese más necesario para su seguridad y ofensa de los enemigos. E como yo llegué á su real, sin duda me espanté de lo mucho que estaba metido en la ciudad, y de los malos pasos y puentes que les habia ganado; y visto, no les importó tanta culpa como antes parecia tener, y platicado cerca de lo que habia de hacer, yo mo volví á nuestro real aquel día.

Pasado esto, yo hice algunas entradas en la ciudad por las partes que solía; y combatian los bergantines y canoas por dos partes, y yo por la ciudad por otras cuatro, y siempre habiamos victoria,