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no se podía sufrir poner gente en guarda dellos, y á esta causa nos era forzado ganarlas de nuevo cada dia que entrábamos en la ciudad [1]. Aquel dia, como se tardó mucho en ganar aquellas puentes y en las tornar á cegar, y no hubo lugar de hacer más, salvo quo por otra calle principal que va á dar la ciudad de Tacuba se ganaron otras dos puentes y se cegaron, y se quemaron muchas y buenas casas de aquella calle, y con esto se llegó la tarde y hora de retraernos, donde recibíamos siempre poco menos peligro que en el ganar de las puentes; porque en viéndonos retraer, era tan cierto cobrar los de la ciudad tanto esfuerzo, que no parecia sino que habían habido toda la victoria del mundo, y que nosotros íbamos huyendo; é para este retraer era necesario estar las puentes bien cegadas, y lo cegado al igual suelo de las calles, de manera que los de caballo pudiesen libremente correr á una parte y á otra; y así, en el retraer, como ellos venían tan golosos tras nosotros, algunas veces fingiamos ir huyendo, y revolviamos los de caballo sobre ellos, y siempre tomábamos doce ó trece de aquellas más esforzados; y con esto, y con algunas celadas que siempre les echábamos, continuo

  1. Aquí se prueba la pericia militar, pues c! que vea tantas albarradas y acequias como rodean a México, conocerá que si se hubiera quedado dentro, hubieran perecido de hambre y situados por todas partes; lo que no es cordura en un general.