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ciudad hechos pedazos, dicíéndoles que los habian de cenar aquella noche y almorzar otro dia, como de hecho lo hacian. E así nos venimos á nuestro real á descansar, porque aquel dia habiamos trabajado mucho, y los siete bergantines que yo tenia entraron aquel dia por las calles del agua de la ciudad, y quemaron mucha parte della. Los capitanes de los otros reales y los seis bergantines pelearon muy bien aquel dia, y de lo que les acaeció me pudiera muy bien alargar; y por evitar prolijidad, lo dejo, mas de que con victoria se retrujeron á sus reales sin recibir peligro ninguno.

Otro dia siguiente, luego por la mañana, despues de haber oido misa, torné á la ciudad por la misma órden con toda la gente, porque los contrarios no tuviesen lugar de descegar las puentes y hacer las albarradas; y por bien que madrugamos, de las tres partes y calles de agua que atraviesan la calle que va del real fasta las casas grandes de la plaza, las dos dellas estaban como los dias antes, que fueron muy recias de ganar; y tanto, que duró el combate desde las ocho horas fasta la una despues de mediodia, en que se gastaron casi todas las saetas y almacen y pelotas que los ballesteros y escopeteros llevaban. Y crea vuestra majestad que era sin comparacion el peligro en que nos viamos todas las veces que les ganábamos estas puentes, porque para ganallas era forzado echarse á nado los españoles y pasar de la otra parte; y esto no

 Cartas de Hernan Cortes—Tomo I.—31