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venia la gente y por dónde nos podian acometer, para proveer en ello lo que nos conviniese. E ya que en todo habia dado órden, llegamos por el agua á una muy grande flota de canoas, que creo que pasaban de dos mil, y en ellas venian más de doce mil hombres de guerra, é por la tierra llega tanta multitud de gente, que todos los campos cubrian. E los capitanes dellos, que venian delante; traian sus; espadas de las nuestras en las manos, y apellidando sus provincias, decian: «México, México, Temixtitan, Temixtitan;» y decíannos muchas injurias, y amenazándonos que nos habian de matar con aquellas espadas, que nos habian tomado la otra vez en la ciudad de Temixtitan. E como ya habia proveido adonde habia de acudir cada capitan, y porque hácia la Tierra-Firme habia mucha, copia de enemigos, salí á ellos con veinte de caballo y con quinientos indios de Tascaltecal, y repartámonos en tres partes y mandéles que desde que hobiesen rompído, que se recogiesen al pié de un cerro que estaba média legua de allí, porque tambien habia allí mucha gente de los enemigos. E como nos dividimos, cada escuadron siguió á los enemigos por su cabo; y despues de desbaratados y alanceados y muertos muchos, recogímonos al pié del cerro, é yo mandé a ciertos peones criados mios, que me habian servido y eran bien sueltos, que por lo más agro del cerro trabajasen de lo subir; é que yo con los de caballo rodearia por detrás, que era más llano, y los toma-