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mos á pié hácia allá, porque los caballos los habian llevado á beber una legua de allí; no para mas de ver la fuerza del peñol y por donde se podria combatir; y la gente, como nos vieron ir, aunque no los habiamos dicho con cosa alguna, siguiéronnos. Y como llegamos al pié del peñol, los que estaban en los padrastros dél creyeron que yo queria acometer por el medio, y desamparáronlos por socorrer á los suyos. Y como yo ví el desconcierto que habian hecho, y que tomados aquellos dos padrastros, se les podia hacer dellos mucho daño, sin hacer mucho bullicio mandé á un capitan que de presto subiese con su gente y tomase el un padrastro de aquellos más agro, que habian desamparado; y así fué hecho. E yo con la otra gente comencé á aubir el cerro arriba, allí donde estaba la más fuerza de la gente; y plago á Dios que les gané una vuelta dél, y pusímosnos en una altura que casi igualaba con lo alto de donde ellos peleaban; lo cual parecia que era cosa imposible podelles ganar, á lo menos sin infinito peligro. E ya un capitan habia puesto su bandera en lo más alto del cerro, é de allí comenzó á soltar escopetas y ballestas en los enemigos. Y como vieron el daño que recibian, y considerando el porvenir, hicieron señal que se querian dar, y pusieron las armas en el suelo. Y como mi motivo sea siempre dar á entender á esta gente que no les queremos hacer mal ni daño, por más culpados que sean, especialmente queriendo ellos ser vasallos de